Esta es la historia Toto, un pobre trabajador inculto que, se había fijado en una empresa y que pensaba que ese era el único sitio donde debía trabajar, donde sería feliz, donde podría
tener una auténtica vida plena y feliz tanto profesional como personal, en
definitiva, había quedado enamorado de ella.
Intentó que lo cogieran pero no lo vieron lo suficientemente
competente para desempeñar alguno de los puestos, si es verdad que vieron una
buena actitud en él, mucho mejor que
la de algunos que trabajaban allí, pero no lo consideraron.
Él pensaba que si lo enseñaban y lo formaban un poco seguro
que sería el mejor profesional en aquella empresa pues lo haría todo con la
mayor de las ilusiones.
Finalmente no convenció a sus dirigentes cuando se decidió a
ir a buscar trabajo allí.
Entonces, se frustró,
no sabía que hacer, tampoco poseía más recursos que la ilusión y las ganas.
Un día pensó: “Con mis
pocos recursos qué puedo hacer”. Y sólo se le ocurrió una cosa. Ser perseverante. Intentarlo de nuevo. Y así fue.
Obtuvo el mismo resultado. Pensó que su única arma de lucha era el aguante. Sabía que merecía la pena insistir. No perdía nada pues no tenía nada. Así que decidió dar un paso más, habló con el jefe de la empresa y le dijo que iba a estar en frente de la puerta de entrada a la empresa cada mañana antes de que llegara el primer trabajador durante 100 días, para que viera que él es capaz de hacer eso y muchas cosas más, y que de verdad era válido para trabajar en esa empresa.
El jefe no prestó demasiada atención a aquella locura
impensable, y se la tomó medio a broma.
Pero Toto sí que se
lo tomó en serio, y al día siguiente estaba allí, frente a la puerta de la
empresa, antes de que llegara ninguna otra persona, y al 2º día, y al 3º…
No sólo llegaba el primero, sino que se quedaba allí durante
todo el día y todos, incluido el jefe, cuando tenían que hacer un recado, ir a
desayunar o salir por cualquier causa lo veía allí, esperando.
Siguió estando allí y llegando el primero, pero decidió
llevarse un libro para ir adquiriendo conocimientos y aprovechar el momento, se
leyó el convenio colectivo de la empresa, se aprendió toda la historia, y quedó más prendado aún de
ella. Fue algo con lo que adquirió mucha más
motivación para seguir ahí y cumplir su promesa.
Luego leyó más y más
libros, y aprendió a cómo hacer
curriculums, los trucos de las
entrevistas de trabajo, aprendió a desenvolverse en cosas que él jamás
hubiese pensado, todo, llegando a la puerta de la empresa y sentándose enfrente
todos los días antes que nadie. Seguían pasando los días, la gente que pasaba alucinaba
con Toto, lo apoyaban y le daban ánimos, pero nadie de la empresa se puso en
contacto con él.
El día 99 el jefe de la empresa incrédulo recordó las
palabras de Toto y su promesa, y pensó que si había sido capaz de cumplir su
palabra, sería capaz de tener potencial suficiente como para hacer eficazmente
alguna de las tareas de la empresa y decidió que al día siguiente invitaría a Toto
a entrar en la empresa y le daría una oportunidad.
Llegó el día número 100, y cuando el jefe de la empresa llegó
a la puerta a buscar a Toto, éste ya no estaba, se extrañó mucho, porque había
cumplido su promesa todos los días, él lo había visto allí leyendo, todos los días,
menos aquel y decidió ir a buscarlo.
Al poco tiempo, descubrió que a Toto le habían dado una
oportunidad entrado en una empresa de la competencia, y que luego se fue
afianzado en ella a través de los conocimientos que había adquirido mientras esperaba
la oportunidad de la primera empresa.
El jefe se arrepintió de no haber contratado a Toto, y la empresa de la competencia fue el mayor de los problemas para el éxito de la suya.
A Toto, le fue genial gracias a su actitud, su perseverancia
y sus ganas, no trabajó en la
empresa de la que se enamoró aquella vez, pero encontró una sustituta perfecta
que le daba mucho más que la otra y fue feliz, muy feliz en ella.
Éste es un cuento que he adaptado al estilo del blog y que
me gustó muchísimo, si has visto Cinema Paradiso quizás te haya resultado familiar.
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