Con cariño a los compañeros del club de lectura. |
Barbate, ¡qué pueblo!, ¡y cómo lo queremos! ¿Verdad?
El lugar donde por casualidad nos ha tocado vivir, resulta
que es El Paraíso. Un enclave natural bañado por la espuma de la mar y por la
savia de los pinos piñoneros. Eso hace que tengamos playas maravillosas donde
perderse y una gastronomía que hace cumplir sus mayores deseos a nuestro
paladar. Además, como los nudos de un cabo marinero tenemos una cultura
riquísima entrelazada por los muchos pueblos que por aquí han pasado a lo largo
de la historia. Un gran potencial de prosperidad a nuestro servicio.
Pero mi reflexión va sobre la gente. ¿Cómo es la gente que
vive en un lugar como ese que acabo de describir?
Creo que Barbate tiene 2 clases de personas, las que se
preocupan por el bien común del pueblo y las que se preocupan del bien propio.
El problema es que no somos capaces de identificar, como en aquel juego, ¿quién
es quien?.
Desde que adquirí conciencia social (vamos, desde que
comencé a salir a la calle) vengo escuchando esa frase de “en Barbate, se
conoce todo el mundo”. Y me gustaría deciros que es la mayor mentira de
todas.
En Barbate, y en otros lugares, existe un problema que se
extiende más allá de nuestra jurisdicción: La capacidad de prejuzgar a las
demás personas sin conocerlas o sabiendo solamente algunos datos que han
llegado a nosotros a través de otros.
¿Cuál es la consecuencia de eso? Que desconfiamos los unos
de los otros, que se forman alianzas de unos que normalmente se encuentran enfrentados
con otros sin saber las verdaderas razones ni buscar los puntos en común, que
los chismes sobre la vida privada de las personas corren como la pólvora, y en
definitiva, que se acude al prejuicio antes de valorar cómo realmente es una
persona y cuales son sus ideas, sus capacidades o inquietudes.
A mí también me pasaba, hasta que salí de mi por decirlo de
alguna manera, “zona de confort social”, hasta que dí el siguiente paso:
Atreverme a conocer a las personas de mi pueblo (también de fuera) sin que me
afectara lo que haya podido escuchar sobre ellas, ni juzgarlas por su
apariencia. No hacerme una idea propia hasta que no comprobara por mí mismo la
relación tú a tú con esa persona.
Así es como he conformado esta idea, y además, he
experimentado el placer de conocer personas realmente interesantes, distintas o
parecidas a mí o a mis círculos sociales habituales, en los que parece que estamos
obligados a permanecer siempre en los pueblos pequeños y no es así, que me han
aportado una visión completamente diferente y nutritiva de las cosas y que nos
estamos perdiendo si nos hacemos una idea preconcebida de ellas antes de conocerlas.
(Algunas no merecen la pena como es natural, pero de esas simplemente tenemos
que apartarnos).
Si creáramos puentes entre esas personas que aún no
conocemos aunque creamos que sí (ya que es imposible conocer a 22.000 personas)
podremos aprovechar algún día de verdad el potencial del paraíso al que me
refería al principio de este texto.
“En Barbate se conoce todo el mundo, hasta que conoces a todo el mundo”.
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