No quería, pero no tuve más remedio. Cada día lo tenía enfrente. Pasaba por delante y proyectaba su luz hacia mí de una forma casi cegadora. Con sus destellos, su brillo, fuerza, y con su increíble poder de atracción. Al final tuve que hacerlo. Y me lo llevé.
No quería, pero tentar a la suerte un día si y otro también, al final es lo que tiene.
No quería, pero es que sentía que me miraba, me vino él a buscar a mí, lo prometo, y que conste en acta. Aunque por supuesto se me juzgará por mi fechoría, quiero que sepan todos el día del juicio final, que se comete una gran imprudencia al no cuidar aquello que más quieres, aquello que es lo más valioso del mundo, lo más preciado, y que, desprotegido y frágil, puede venir cualquier día un delincuente de pacotilla como yo y llevárselo.
Sí. Me lo llevé. Pero es que lo tuve tan cerca, tantas veces, que hubiese sido para mí un error no robarlo. Y aunque repito de nuevo, que al principio no quería, ¡me declaro culpable!.
No lo sabía pero el precio de esta maravilla mal vale su peso en oro, digo mal porque es incalculable su cuantía. ¡Y es mío! Al igual que ahora ladrón, me convertiré en su mayor guardián. De haberlo sabido, el robo se hubiese adelantado y perpetrado con anterioridad.
¡Atrévanse a ni siquiera mirarlo! Sé que lo harán, porque no soy el único tentado a cometer crímenes que hay por aquí, pero tengo que guardarlo bajo la máxima seguridad.
La llave ya está echada.
Este tesoro que estuvo en las manos antes de otra persona, ahora en mi posesión, será el objeto más cuidado encima de la Tierra porque lo trataré con tanto esmero como a una piedra preciosa aún por pulir. Desprotegerlo un sólo momento lo pone en peligro. Y me pone en peligro a mí.
Se ha resquebrajado alguna vez y tiene muchas fracturas, por lo tanto será imposible que vuelva a su estado original por mucho que lo intente, pero no hará falta. Porque cuanto más sufrido, longevo y viejo sea, más fuerte se hará, más valor tendrá, y por tanto, más lo mantendré yo a resguardo, aunque pierda la cabeza.
Una suerte de joya, en la que pondré todos mis sentidos desde este preciso momento. Su tratamiento es delicado y minucioso, ahora me toca a mí realizar con mimo toda acción que tenga que ver con él y sus cuidados, además tengo que extremar la precaución para que jamás nadie pueda arrebatármelo.
Desde que lo tuve en mis manos, aunque no quería, sabía que iba a ser mío para siempre.
Al final, me lo llevé, robé su corazón.
(He vuelto a teclear algo porque sí, porque apetecía, por placer. Sin reglas. Y qué gustito da.)
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