La fuerza de un abrazo

Un abrazo puede hacerte volar, un abrazo puede llevarte a lugares que jamás pensarías que podrías llegar, un abrazo es una de las mayores expresiones de complicidad, empatía y cariño que existen en el mundo, pero también es algo que te puede destruir.


Por eso, si alguna vez das alguno, te pido por ti, por mi, por todos y sobre todo por la persona que lo reciba, que lo hagas de corazón, que te salga realmente de dentro la necesidad de transmitirle a quien lo recibe la mayor de tus bondades. No los des de forma forzada, ni si quiera con un mínimo nivel de incertidumbre, si no sientes lo que ese abrazo debe transmitir, no lo des. 


Dar un abrazo sin sentirlo es engañar sin abrir la boca. Si la otra persona detecta eso, la destrozará. Le puede provocar un dolor más intenso que cualquier otro dolor físico y hacerle llegar hasta su parte más vacía, oscura y visceral. 


Probablemente haga sentirse la persona más miserable del mundo aunque directamente, sentirá que no es una persona, que no es un ser humano.


Los seres humanos tienen la increíble capacidad de transmitir sentimientos sólo a través de gestos similares a un abrazo, también pasa con las miradas, con las sonrisas, y todo ello es un juego en el que el instrumento principal tiene una peligrosa hoja de doble filo.


Por el contrario y a pesar de todo, si das un abrazo sincero, reitero que puedes llevar al abrazado o abrazada directamente al cielo, a un lugar en el que se sentirá arropado, confiado. El abrazo es una inyección suficiente para llevarle a una zona de confianza en sí mismo, de tranquilidad y de relajación, que hará que esa persona se muestre tal y como es, el abrazo proporcionado abrirá su pecho de par en par para sacar cómo es de verdad, cómo es el o ella de forma transparente, sincera, real.


Por razones como ésta última, yo comenzaría las entrevistas de trabajo con un abrazo.

1 comentario:

  1. Que vivan esos abrazos que hacen que desaparezca el mundo entero aunque estés rodeado de gente, que se regalan sin pensar porque nacen solos, esos que dicen mil palabras sin pronunciar ninguna y hacen que la otra persona se convierta en la más maravillosa del mundo (y probablemente lo sea)

    Esos abrazos aunque, apenas duran unos segundos, los recuerdas para siempre.

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