Enfrentarte a un folio en blanco, bueno no. Eso ya no
ocurre como cuando antaño nos sentábamos en nuestros escritorios con papel, lápiz
o bolígrafo para escribir una carta que mandábamos a una persona querida o a
una amistad cuando éramos más jóvenes. Ahora nos ponemos delante de un
procesador de textos y tecleamos. Qué forma de perder el romanticismo, de
verdad. Pero bueno, al fin y al cabo es la persona que está al otro lado la más
importante cuando uno escribe, ¿o no? La verdad es que ese tema da para mucha
discusión y debate.
Lo que sí es verdad es que como nuestro público, nuestro
interlocutor ahora está detrás de un móvil, un ordenador o una tablet, no
tenemos más remedio que llegar hasta él o ella a través de contenido escrito
virtualmente.
Eso es lo que yo he vuelto a hacer esta noche de tormenta y
ciclogénesis, mientras mis persianas chocan con las ventanas dando molestos
golpes por culpa del viento, hoy he vuelto a ponerme a teclear sin ningún tema
del que hablar en concreto, a modo de ejercicio práctico y simplemente para ver
“qué sale”.