LA RED SOCIAL


No se bien porqué, hoy pasó velozmente y dejando una feroz estela en mi alma el pensamiento de que las redes sociales y la tecnología, te acercan a la gente que tienes lejos, pero te alejan de las personas que tienes cerca.

Obviando las redes por excelencia que son las de nuestra Almadraba, la auténtica red social, es la que está formada por la gente que está, en definitiva, dentro de tu, llamémosla área de influencia.

 
Influencia, porque es gente a la que verdaderamente le importas, o viceversa, a la que le afecta lo que te pase, lo bueno, lo malo; personas con las que vives no sólo experiencias, sino que son capaces de influir en ti para hacerte ver el mundo de otra manera o en las que tu opinión y actitud, pueden provocar el modular de su comportamiento, sus ideas, de cambiar sus planes, su estilo de vida, de la que formas parte y de la que si te perdieran, estarían a su vez perdiendo parte fundamental de la suya.

¿Por quién está formada esa red? Afortunadamente en la mayoría de los casos, lamento y maldigo a la suerte en el que no, por las dos primeras líneas de consanguinidad que suelen estar formadas por hermanos/as, padres, madres y abuelxs. Pero, ¿y el resto?.

¿De quién te estas acordando?, ¿quién crees que está pensando en ti ahora mismo?, ¿a quién te gustaría llamar en este preciso momento porque echas de menos y no lo haces?, ¿a quién deberías ver mañana, o en un rato, o con quién deberías estar ahora?

La vida nos está mostrando que cada vez conocemos a más gente, pero que a su vez, nuestra verdadera red social es más pequeña. Es una idea dura que al menos a mí, me castiga.

No se tú, pero tengo la imperiosa necesidad de estar a gusto y contento con la gente con la que comparto las cosas, ya sea piso, un café, un evento, trabajo o la primera vez que se crucen en mi camino, odio por encima de todo cuando quien tiene prejuicios, antepone sus ideas preconcebidas a la posibilidad de descubrir gente que potencialmente pueda pasar a formar parte de su red social. 

Cierran con llave antes de que exista la puerta.

Aquellas ideas, están formadas la mayoría de veces por mentiras de otros, antiguas malas experiencias y el miedo a que se repitan, malentendidos, por una primera impresión sesgada o un concepto idealizado de la persona que, para ellos, la otra debería ser, de la diversión que convendrían tener, de la pareja perfecta que deberían conocer, o de la vida que supuestamente, tienen que conseguir en ese falso horizonte al que todos miramos anhelantes cada día y que no se cómo se ha metido en nuestras cabezas. 

Ese horizonte formado por una nebulosa que hace que no podamos ver lo que tenemos justo delante de las narices, haciendo que consideremos los días en el presente como monótonos, desaprovechados, o faltos de productividad, que sean una mierda vamos, que es además, algo de lo que nos encanta quejarnos.

Con frecuencia cuando pensamos en los otros, nos acordamos de demasiada gente, pero influir, como decía al principio, influir, en mucha menos. Ni ellos en nosotros, desde luego. Salvo las otras redes o la tele. Esas sí que influyen. Pero eso es otro tema.

Debemos comenzar a darnos cuenta de que en esta vida cada vez hay más gente y que somos tan idiotas que estamos más solos que nunca. Nuestra verdadera red social peligra mientras las otras crecen a toda pastilla.

No quiero criticar a las otras redes, que si se utilizan bien son muy productivas, pero sí se que echo de menos esa red a la que quizás sí pertenecía en algún momento que estaba formada por los niños y niñas que jugaban en la calle a llenarse de barro, al escondite, al fútbol o a la liguilla, que lloraban si te marchabas y que iban al día siguiente a llamar a la puerta de tu casa mientras tu madre te preparaba la merienda.

Será que me estoy haciendo mayor y estoy recogiendo red. 

Seguramente, lo mismo que tú. ¿O no?

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